Prohibido a los gatos VII


Zelda, en traje de faena
    Los Fitzgerald, Scott y Zelda, pronto se ganaron la fama de juerguistas impenitentes. No era raro que acabaran bañándose en las fuentes para aliviar el calor del baile y el alcohol. En otra ocasión desesperaron al director de su lujoso hotel cuando decidieron que sería divertido jugar a perseguirse uno al otro... en las puertas giratorias del hotel. Cuando les invitaron a irse, continuaron la amigable competición saltando sobre los techos de los taxis que aguardaban a la puerta.


  Tal vez fueron los inventores de las fiestas de pijamas, o, al menos vestidos de esa guisa acudieron a un lujoso evento en Hollywood, para burlarse así de los cada vez más extravagantes ropajes de las estrellas de cine. Y, sí, triunfaron.


  Aunque, probablemente, la anécdota más sonada ocurrió en una fiesta que dio la actriz Carmel Myers en su mansión. Scott, jugando a ser mago, sustrajo joyas y carteras de los invitados para desaparecer después. La anfitriona lo encontró junto a Zelda cuando acudió a investigar un olor extraño que procedía de la cocina: los chicos habían puesto a cocer lo recolectado. En salsa de tomate.

5 comentarios:

  1. Se bañan en fuentes públicas, corren sobre los taxis, cuecen brillantes en salsa de tomate... y luego les parecen extravagantes las estrellas de Hollywood.

    No sé como digerir esto. Casi prefiero el pollo frito a la americana acompañado de whisky sour.

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  2. Diferentes varas para medir lo propio y lo ajeno.

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  3. El escándalo es una buena bandera. El problema es que no dura demasiado.

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  4. Una buena bandera para.. ¿Qué? ¿Quién? No acabo de verlo. Me lo expliquen.

    El único que creo que en el fondo ha salido beneficiado del escándalo es Rafael ;)

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    Respuestas
    1. Juas. Pues sí, aunque no solo él. Fíjense en los programas dedicados a eso en las televisiones. Más de lo mismo.

      Lo de la bandera: escandalizar es una buena manera de llamar la atención, de marcar diferencias. Creo.

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